Cuando un ser querido se te muere es como un globo en el aire que se pierde cuando lo sueltas y no lo ves más, pero a su vez es como una roca pesada y anclada en la tierra la cual permanece aquí y en nuestra vida hasta el fin de nuestros propios días y que aunque no esté presente físicamente, no podamos verle, tocarle, hablarle, abrazarle...nunca más, dicha ausencia permanece
en nosotros para siempre anclada a recuerdos de los que nunca nos vamos a desprender.
en nosotros para siempre anclada a recuerdos de los que nunca nos vamos a desprender.
Su presencia no está, pero su alma y sus recuerdos siempre van a acompañarnos y estar en nuestra mente. La parte buena de todo ello, si es que la tiene, quedaría simbolizada como el color blanco, color de la esperanza y el saber que de alguna forma siguen entre nosotros,cuidándonos, protegiéndonos...desde donde quieran que estén, si es que en realidad están en alguna parte... y la parte mala, el color negro, lo negro de la tristeza de en el fondo saber que se han ido para siempre...la tristeza no de llorar por los que no están, sino en realidad el llorar de forma egoísta por nosotros mismos a consecuencia de la pena tan grande de sentir que nos han dejado solos y han
dejado un gran vacío en nuestro ser, un hueco enorme que difícilmente podrá llenarse o sustituirse, y del cual no vamos a poder volver a depender jamás.
dejado un gran vacío en nuestro ser, un hueco enorme que difícilmente podrá llenarse o sustituirse, y del cual no vamos a poder volver a depender jamás.
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